Sin el rock y sin la peña (cuento)

08.07.2021

         Juan nos consiguió la fecha, lo más grande que íbamos a hacer hasta ese momento. Un festival, el Resistencia Rock. "Faaa nos vamos al Chaco, ¡que locura!" Lo supimos como seis meses antes, veníamos afiladísimos, había una meta que tenía el gustito de subir un escalón. Lo planeamos todo bien, en la kangoo si llevábamos los instrumentos no íbamos a entrar todos, así que como dos meses antes compramos 3 pasajes de micro para los que no entraban.

        Salimos con todo cargado, batería, guitarras, bajo, amplis y provisiones. Nos dividimos 3 y 3, unos auto, otros micro. No me olvido más, era septiembre, salimos de Bs As con 21 grados, cada 50 km iba subiendo un grado, para cuando llegamos al Chaco el termómetro marcaba como 37.

        Fuimos al hotel/departamento que consiguió Juan. Los que viajaron en micro ya estaban ahí. Era humilde pero yo lo recuerdo como el Sheraton. Tenía lo importante, aire acondicionado, que en ese momento lo hacía un cinco estrellas.

        Salimos a dar unas vueltas, debían ser las 5 p.m., Resistencia era un desierto, no había un alma en la calle, el calor aplastaba, con mucha suerte encontramos algún almacén donde abastecernos, nos miramos, cayó la ficha: viaje, calor, mañana tocamos, a refugiarnos, comer, beber, descansar. Volvimos y nos tiramos un rato, después nos juntamos y aunque no puedo recordar detalles -lo que es un detalle de mi mente-, puedo decir que la emoción que recuerda dice unión de familia, alegría.

        Al otro día por la mañana Juan preparó una visita a una radio, pasaron algunos temas, después vinieron esas preguntas que uno no sabe contestar porque sentís que no tenés "chapa" para que a alguien del otro lado le interese, pero estando en el Chaco te sentías un poco más libre, como cuando estás de vacaciones y aunque hagas lo mismo de siempre le encontrás otro ángulo. Termina el programa y al salir de la radio vemos que Juan está con cara angustiada, "No sé cómo decirles pero me acaban de llamar para avisar que reorganizaron horarios y nos pasaron a las 3 de la madrugada después del cierre del escenario principal". Estamos ahí medio preocupados, aunque sin saber bien por qué, lo bueno es que tocábamos, cuando en eso comentando este revés con uno de los integrantes del programa, él nos dice "Mucho mejor acá a la tarde no sale nadie, hasta que no baje el sol no va a caer la gente". Festejo, alegría, ovación para Juan al que se le relajaron los músculos de todo el cuerpo.

        De ahí en adelante todo se hila como en un cuento de hadas -todavía no había ninguna bruja que nos quisiera hacer cagar. Un chico que era operador en la radio pasa en una de esas motitos zanella que chillan 20 cuadras a la redonda. Nos rodea y nos dice si queremos ir a su programa de radio, que lo hacían entre amigxs en una radio comunitaria. Impecable, nada podía ser mejor, no hacíamos nada y la vida sorprendía.

        Fuimos, el programa era de esos que están más arriba que el Everest, chistes, mix de enlatados, temas fiesteros, un conductor verborrágico y divertido, con otro coequiper que lo pisaba en el momento justo. Cuando nos hicieron entrar hablamos de cualquier cosa, algo de la banda también, pero era como ser comentador, espectador y reidor al mismo tiempo.

         Bien, el resto de ese día fue dar vueltas y concentrarse para el show. En el horario en que íbamos a tocar antes del cambio, a eso de las 19, caen unas gotas, después para. "Bueno mejor sino quizás nos cortaban" pensamos.

        A la noche vamos a cenar, damos una vuelta por la ciudad, se está nublando un poco. Vemos una parrilla con mesas afuera que nos gusta, adentro hay un pequeño escenario, se ve que hacen peñas. Comimos, brindamos por el viaje, viene el mozo y ve que tenemos la kangoo hasta las manos de equipos, nos pregunta si somos músicos, nos invita a tocar, que en un rato arranca y podemos sumarnos. No la podemos creer, esas cosas no pasan nunca, al menos en Bs As, pero ya eran las 23 pasadas y no podíamos jugárnosla así, teníamos que llegar temprano. Nos despedimos con ganas de quedarnos a experimentar la peña, pero todo no se puede dicen por ahí. El poco nublado paso a mucho, antes de levantarnos de la mesa se empieza a levantar algo de viento. Subimos al auto, a tocar.

        El tramo de la ciudad al festival era corto, estaba en las afueras pero muy ahí nomás. Esos quince minutos de viaje bastaron para que el cielo se volviese tinta de calamar, el viento era un fórmula 1, de 0 a 100 en 2 segundos. La energía residual de motivación empujaba "faltan dos horas todavía pueden pasar muchas cosas". Encima al acercarnos nos damos cuenta que la cantidad de gente que quedó es bestial, todavía tocaban los últimos afortunados bajo un cielo gris, mínimo habría unas 2 mil personas cerca del escenario secundario,  y miles desparramadxs por el predio. Bajamos luchando contra el viento y cuando apenas descargamos el primer instrumento el tapón se salió y dejó caer toda el agua, eran millones de baldazos simultáneos. Cerramos la kangoo y a refugiarnos en la carpa del staff y músicxs. El agua era infinita eso no iba a parar más, nos miramos y no la podíamos creer, el bajón del siglo. Técnicos corriendo por todos lados, músicxs guardando instrumentos, se sacaban plásticos de donde sea para tapar equipos. Alguien nos dice que una tormenta así en esa época era rarísima. Se caían los árboles. Afuera había más barro que en Woodstock, literal. La gente toda embarrada, de repente muchxs se quieren resguardar en la carpa, vemos que discuten con los de seguridad, se pone áspero, ¡picanas! No la podemos creer, ¿cómo carajo llegamos a esto? Iba a ser el show de nuestras vidas, en vez de eso los jinetes del apocalipsis decidieron desplegar su furia. "¿Son necesarias las picanas?", alguien nos dice que si pasan algunos pasan todos y eran como 200 personas. No podíamos ver más esa escena, pero a la vez teníamos una desilusión que nos mantenía anclados medio muertos de frío esperando no sé qué. En algún momento nos miramos y nos damos cuenta que tenemos que reaccionar, yo apostaría que fue Cali el que dijo "Ya fue ¿buscamos un barcito?". De las mejores noches de copas de mi vida.



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