Buen Camino (cuento)

09.09.2021

               Ya no iba más, lo intentamos mucho, hacía como dos años que tratábamos de inventar algo que justificase nuestra unión, nuestra convivencia, nuestra pareja, aunque era una palabra que no usábamos. Hoy me daría igual qué palabra usar, no porque las palabras no importen, al contrario, importan mucho, pero importan por su contenido, con qué las llenamos para que importen, qué alma le damos a ese cuerpo, sino es sólo una cuestión de formas, de envases. Asimismo el envase es importantísimo, la forma nos dice qué es lo que vamos a poder meter dentro en caso de ser sólido y si es líquido o gaseoso será la aparente forma de lo amorfo, será lo que permita a lo fluido actuar y manifestarse, sino solo se desparramaría, se perdería su fuerza de acción, su dirección. El contenido hacía rato que se nos movía, que se nos transformaba, pero estábamos con el envase muy endurecido, nos costó adaptarnos a esto que se revolvía en el interior.

Lo miro, está con su mochila de viaje llenándola de calzones. A sus espaldas, vacía y de pie tiene una valija de cuero de esas antiguas, la había encontrado en la casa de algún amigo que se mudaba y este se la regaló. Hablando de formas, era exactamente una jabonera gigante, esas donde se encastra una parte en la otra, horrible. Me acuerdo que ese día llegó al departamento alardeando de su valija hipster, que el cuero está impecable, que mira las hebillas, las pulo y quedan como nuevas. Creo que nunca las pulió en su vida. Igualmente me acuerdo porque vino con ilusión de viajes, yo me subí al tren en seguida, por lo general era yo quien proponía esos planes, a él le gustaba viajar pero no planearlo. Así que ese día diseñamos unas vacaciones en auto por la costa de Brasil, desde el sur hasta Fortaleza. Año y medio después lo estábamos haciendo. Siempre me sorprendió esa idea de que el futuro es lo primero que ocurre, uno piensa algo y luego llega, te imaginas dando un paso y llega un día que caminas, imaginas las callecitas de Salvador Bahía y al tiempo tus pies sienten esos adoquines coloniales bajo tus pies. Esos días en Brasil fuimos muy felices, me acuerdo que estaba tranquilo, su ansiedad y su enojo no existían, lo amé tanto, esa sonrisa, esos ojos negros, la piel canela que le dejaba el sol, lo sentía en su estado más puro. Nuestros cuerpos nunca se habían conectado tan bien como allí, estábamos amorfos y fluidos.

Así que si el futuro es lo primero que ocurre será cuestión de empezar a imaginarlo. Sin él que raro va a ser. Nunca habíamos imaginado esto y sin embargo acá estamos ¿Nunca lo habíamos imaginado? Quizás hay cosas que preferimos ignorar y las piensan nuestros sueños, al despertar se las dejamos guardaditas a nuestro yo onírico a ver si ella le encuentra la solución. La verdad es que hacía más de un año que veníamos hablando de nuestra falta de conexión, pero hablar de separación nunca. Que salir más, que un viaje, que darnos más espacio, que acercarnos, que terapia, que mudarnos a una casita más alejada. Fuimos un buen equipo, sabíamos nuestras movidas, pero se había perdido esa magia que ningún método puede suplir.

Acá estamos mudándonos. Faltan tres meses para que se termine el contrato y a pesar de perder el depósito ninguno se quiso quedar solo entre estas paredes, estos recuerdos. Costó mucho, lloramos un montón, creo que todos estos meses sabíamos que iba a pasar y nos fuimos despidiendo lentamente. Me tuve que animar yo, él nunca lo hubiera hecho, igualmente cuando lo dije supe que lo entendía. No hubo llanto, ni enojo, sólo silencio, cada uno mirando un punto fijo. Creo que los dos vislumbramos el vacío. Era aterrador pero a la vez la absoluta libertad, si no tomábamos ese camino era sólo por miedo, por cobardía, por esclavistas de nuestro ser. En un momento levantamos la mirada, nos tomamos las manos y pegamos nuestras frentes, nos dimos un beso. Así lo sellamos.

Ahora está usando esa valija por primera vez desde que la encontró. Yo ya terminé de guardar toda mi ropa, los muebles y demás me los llevo el sábado en un flete, él el domingo.

-Bueno negro ya estoy lista me voy.

Se da vuelta, me mira, suspira.

-Dale ¿necesitas una mano?

-No, así me voy acostumbrando a esto.

-¿Si no? va a llevar un tiempo. Bueno anda.

Me doy vuelta, valijas en mano llego a la puerta. Lo escucho que se levanta y viene rápido.

-Espera

-¿Qué?

-Gracias rubia.

Me sonríe, sonrío.

-Gracias negro.

Salgo.

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