Amigo Mío (cuento)

01.01.2022

Shorcito, ojotas y un gorro desinflado, el "Santi", mi amigo, reposera. La parra, sombra, racimos colgantes, alambre, sostén. El contrapiso, un bebedero de plástico, rosáceo, opaco, rugoso; la tierra seca apisonada, algo de pasto. La pelopincho hinchada, el agua verde, un baile erótico, espermas en danza entre cadáveres flotantes, vaivén. Un balde de albañil, pala, rastrillo, machete, el árbol de higos, miles de manitos verdes agitándose. Un carro, cartones, arpillera y madera, caucho y aluminio, rayos, un eje, otro balde, un gancho. El patio trasero, sereno, cercano, distante. Arriba el sol, vivaz, bajando.

La casa, el techo de chapas, las vigas y los ladrillos huecos. Las juntas, un marco, la puerta. Cortina de plástico, bisagras, encastres, otro marco. La ventana y el mosquitero, pasajes abiertos, alambres deshilachados, intrusos a la espera del ocaso. En la entrada macetas, rosas y un jazmín amarillentos, hay algo que el sol no les puede dar, más acá el cantero, un romero y un tomillo, la canilla, la manguera, el cauce angosto de una fuente lejana. Atrás un árbol de moras repleto, merienda de abejas, moscas y cotorras. Zumbidos, revoloteos, garritas con comida, picos chorreantes, lluvia oscura y pegajosa con granizo. Griterío, enroque de asientos, rebote de ramas. Abajo la procesión llevando en andas los tributos, forzudas, constantes, leales al trono y a su reino, marchan silenciosas.

Se alargan las proyecciones, se acrecientan los colores. Los ojos hablan, los ojos callan. Un coyote aúlla y habla el cuello, responden las entrañas. Ahora el coyote ladra, se para en dos patas, pone cumbia, canta. "Amigo mío no sufras más por ella", se agitan las piernas, "ayer la encontré de ti ya ni se acuerda", tiembla, "no llores más por ella", las manos aprietan los apoyabrazos. Otro ladrido, se corta la música, se abren las cortinas, entra la luz, se apaga el proyector, sale del cine, vuelve a la reposera. Parpadean las persianas, se extienden los ganchos, se aferra el caucho al piso. La bisagra se activa, se acercan los extremos, se rechazan, de pie. Se trepa el güiro por la cerca, Antonio Ríos retoma. Me mira, alza las cejas mientras levanta la pava y ceba, atraviesa el umbral, se pierde en la penumbra. "Nunca te quiso, nunca te amó".

El sol me observa, ni una nube para opacar sus preguntas, arroyos de agua salada brotando de mi frente intentan dar respuestas, no bastan. El interrogatorio es mordaz, mis declaraciones evasivas, insiste.

Se abren camino la pava y un mate, las cortinas ceden el paso generosas, la pava se sienta en el centro del tronco, el mate a su lado, se miran, no dicen nada. La reposera trastabilla hasta llegar a mi lado, se hunde en el piso pesada, no despertó del todo. La pava se inclina en reverencia y ceba, la espuma brota de las napas, el mate vuela a mi mano, aprieto, relajo, la bombilla se deja abrazar por mis labios, tibieza amarga, la fuerza de la chispa inicial. Lo dejo reposando al lado de su amada, se miran nuevamente, rompe el silencio. El aire empieza a hablar de ella, otra vez.

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